Ubicada en un enclave privilegiado, esta villa surge como un refugio sereno donde la arquitectura se funde con la inmensidad del mar Egeo. El encargo partió de una premisa clara: capturar la esencia del paisaje y maximizar la conexión con el entorno, permitiendo que cada espacio respirara la calma y el lujo de la simplicidad.

El diseño se articula en volúmenes puros que dialogan con la luz, creando contrastes entre sombra y materia. La elección de materiales naturales como la piedra local y la madera envejecida no solo refuerza el carácter mediterráneo de la vivienda, sino que también aporta una sensación de atemporalidad. Los grandes ventanales y patios interiores fueron concebidos para enmarcar el horizonte y permitir una transición fluida entre el interior y el exterior.

Uno de los principales desafíos de la visualización fue transmitir la calidez de los espacios y la forma en que la luz interactúa con cada textura. Para ello, se puso especial énfasis en la representación de la atmósfera: desde la sutileza de la luz del amanecer reflejándose en las paredes encaladas hasta la vibrante calidez de los atardeceres que bañan las terrazas.

El resultado es una representación que no solo muestra la arquitectura, sino que la hace sentir. Un hogar donde la brisa marina y la calma del paisaje se convierten en parte de la experiencia diaria. Un espacio diseñado para contemplar, desconectar y habitar el tiempo sin prisas.